
Me envía esto un apreciado amigo...
En el marco de las habituales reflexiones sobre lo público, quiero compartirles  este artículo que he llamado "Los medios y el ciudadano agobiado" y que aparece  hoy en la edición de El Nuevo Siglo. Mis mejores deseos.
Los medios y el ciudadano agobiado
Por  John Mario González
Especial para 
El Nuevo SigloNo hay duda de que en  Colombia la prensa goza de amplia libertad para el ejercicio periodístico, a  pesar de los riesgos y las difíciles circunstancias del país. Y hay menos duda  del ingente esfuerzo de los medios por informar y cumplir su función con  profesionalismo. Desarrollan una tarea con asombrosa inmediatez; una titánica  labor de escudriñamiento de la actividad política y pública.
Pero  curiosamente resulta paradójica la relación o beneficio entre el papel de los  medios y la claridad informativa que finalmente logra el ciudadano. Antes que  informado y con elementos de juicio sobre el acontecer nacional, el ciudadano  medio termina agobiado por la avalancha de noticias, de enfoques y hasta de  frivolidades que transcurren a diario por los medios. Una periodista francesa,  Miléne Sauloy, decía hace años que en Colombia se suceden tal cantidad de  escándalos que en Francia darían para tumbar un ministro cada 20  minutos.
Pero aquí después de la vorágine todo cobra un tibio sentido de  normalidad, como si no pasara nada. En cambio, para hilvanar la pista de los  acontecimientos, el ciudadano debe adquirir más de un periódico o revista,  escuchar más de una estación de radio y como si fuera poco debe atender los  escasos programas de opinión que existen.
Pero ojo, sólo para tener una pista  de los hechos o estar medianamente informado. La gran mayoría de escándalos o  acontecimientos desaparecen sin mayor consecuencia en la balumba de noticias  posteriores; de desinformaciones y rectificaciones; en los despachos judiciales,  las estadísticas oficiales, en las arremetidas gubernamentales y a veces  simplemente basta el desmentido de los implicados. Al final, la claridad y la  transparencia son los grandes damnificados. El resultado es un ciudadano  impotente y agobiado por la incertidumbre, y que no tiene más recurso que la  sospecha.
¿Qué camino u opción le queda, por ejemplo, frente a las versiones  de los montajes del Ejército; a la premura con que el Fiscal desestimó las  evidencias iniciales; al mismo escándalo de la Fiscalía; al bochornoso insuceso  en la Superintendencia de Notariado y Registro; a los desvíos de los recursos de  las ARS para los paramilitares; al testimonio de Virginia Vallejo o la  investigación última sobre la muerte de Galán, a los escándalos del DAS o las  muertes en Guaitarilla?
Evidentemente, no es un asunto que competa sólo a los  medios, porque la debilidad y desorden institucional contribuyen a ello.
Pero  también es un problema que puede ser mitigado desde los mismos medios de  comunicación. En primer lugar, porque subsiste un exceso en el cubrimiento de  fuentes oficiales en detrimento del análisis informativo y la ponderación con  otras fuentes. Al Presidente de la República, verbigracia, se le pregunta  sobre lo divino y lo humano. Se le indaga sobre qué se debe hacer con un  supuesto violador o abusador de menores en Córdoba, cuando en ese caso otras  figuras institucionales son las llamadas a pronunciarse. Segundo, y aunque  existe un amplio número de columnistas y opinadores que resaltan por su  diversidad especialmente los fines de semana, el análisis noticioso es precario.  En muchos de los casos no son otra cosa que tribunas para acusar, lanzar  diatribas o discurrir en nimiedades.
El análisis propiamente dicho escasea en  los medios, con sólo algunas pocas excepciones en la prensa escrita, entre otras  razones porque parece cundir cierta ingenuidad y tendencia a reiterar lugares  comunes. Los ciudadanos están acostumbrados a ver o leer año a año en los medios  informativos las expresiones lucha contra la politiquería y la corrupción,  reforma política de fondo, modernización del Congreso, reforma tributaria  estructural, reforma institucional, reforma a la justicia, inversión social y  demás sin tener en verdad claridad sobre lo que con eso se quiere  decir.
Adicionalmente, el síndrome de la chiva y el afán comercial han  impuesto la tendencia a buscar el escándalo más resonante, el más estridente,  pero sin seguimiento alguno, y para ajustar en muchos casos en espacios  noticiosos de la radio y la televisión el objetivo no es informar, sino  entretener.
Así las cosas, aunque la libertad de información es inherente y  necesaria en la sociedad moderna y democrática, en Colombia los medios están  logrando un resultado paradójico. Nadie desconoce su importancia y esfuerzo,  pero antes que un ciudadano bien informado, lo que hay es un ciudadano agobiado,  que perdió la capacidad de asombro, que prefiere la frivolidad y que en buena  parte se le induce a la pasividad.
john.mariogonzalez@yahoo.com