Tomado de El Colombiano, Medellín, viernes 11 de abril de 2008
Por Mauricio Velásquez Fernández
Entre ambas actitudes se mueve la realidad nacional, cuando más mesura y análisis se requiere. Cómo estará la cosa, que hasta a los franceses se les pegó. Ya el señor Sarkozy anuncia que se vendrá para la selva "por Íngrid". Con su complejo de actor hollywoodense, debe soñar colgarse en el hombro un fusil y entrar a la selva a rescatarla, para los aplausos de la galería francesa, tan ignorante en los asuntos colombianos.
El maniqueísmo se evidencia cuando observamos cómo de un momento a otro surgieron una cantidad de personajes clamando por la libertad de Íngrid Betancourt. Nunca se les había visto tan pendientes de la salud de los secuestrados, acrecentando esa actitud chocante por la discriminación que hacemos hasta para pedir la libertad de los mismos. Hace algunos años, por ejemplo, se vio en canales de TV un niño abatido por el cáncer pidiendo que le devolvieran a su padre secuestrado por las Farc, un miembro de la fuerza pública que a su vez se encontraba entre la vida y la muerte por su grave estado de salud. Creo que aún su familia espera el cadáver. Pocas voces se escucharon en su momento, ni siquiera las de la dupla Chávez-Piedad Córdoba, esos ejemplos de la mesura y el desinterés, quienes entre otras cosas piden nuevamente ser incluidos como mediadores, ignorando que la regla de oro del mediador es la neutralidad, o al menos si no la tiene, no tomar partido por una de las partes de manera tan visible y repugnante. Pero veamos otros casos:
-¿En qué quedó la histeria observada en la cumbre de Río? Correa y Chávez siguen haciendo declaraciones que nos deben preocupar, sin compromiso alguno de la comunidad internacional por Colombia y con una cancillería colombiana sin iniciativa ni contundencia en la defensa del país.
- En días pasados se hicieron públicas las amenazas y acusaciones de ser ideólogos paramilitares contra intelectuales de la ciudad, todos ellos caracterizados por la ecuanimidad y la rectitud como Jaime Jaramillo, Tulio E. Chinchilla, Jorge Giraldo y Darío Acevedo, entre otros. Efectivamente hubo voces de rechazo ante el absurdo señalamiento como las de León Valencia, Héctor Abad, este periódico, el Concejo de Medellín, la UN y algún sector del Polo Democrático. Pero qué tal que un panfleto similar hubiera sido lanzado contra intelectuales señalados de pertenecer a la izquierda. Incesantes hubieran sido los medios de la capital, las ONG nacionales e internacionales, hasta en el Congreso norteamericano habría retumbado el escándalo para no aprobar el TLC. En este caso brillaron por su ausencia la Comisión Colombiana de Juristas, Human Rights y los consabidos columnistas orientados por el maniqueísmo.
- Curiosidad genera la actitud de quienes hoy fungen -o fingen- como investigadores del fenómeno paramilitar. Se autoasignan la facultad de imputar hechos de suma gravedad, pero eso sí, ay de quien les pida cuentas, seriedad, pruebas o profundidad en las conclusiones. Si se les rectifica, los están amenazando; si se les critica, es que se está creando el delito de opinión. Claman por su irresponsabilidad absoluta. León Valencia, Claudia López y Piedad Córdoba acusan, pero si se les controvierte o se les denuncia, eso ya es intimidación, persecución y se pone en peligro su vida.
- En momentos en que se empiezan a constatar de manera clara los resultados de la seguridad democrática -lo que no necesariamente indica que estemos en el fin de la guerra-, hay quienes insisten en las mismas propuestas que se oían cuando estábamos arrinconados por las Farc, tales como salidas de naturaleza política. Y es que una cosa es intentar alternativas negociadas, a las que debemos llegar siempre y cuando estén dentro de los conceptos de justicia, paz y reparación, pero otra muy distinta es seguir clamando como unos mendigos asambleas constituyentes o invitaciones de participación en política para beneficiar a un grupo que ha cometido una serie de delitos que no padece ninguna sociedad medianamente civilizada.
Afortunadamente ante la histeria y el maniqueo se logran leer escritos precisos y sensatos como los de Alfredo Rangel, quien sostiene que si el gobierno se dio la inesperada y peligrosa pela de anunciar la liberación de guerrilleros acusados por crímenes de lesa humanidad, pues que los suelte de una vez y le quite cualquier argumento al juego de las Farc.
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